
“La ONU indica que soldados rusos han violado y torturado a niños de hasta 4 años en Ucrania tras concluir que Rusia cometió crímenes de guerra en el país durante los meses que se encuentra en conflicto…
Se trata de violaciones de derechos, incluyendo violencia sexual y torturas. Aseguran que la edad de las víctimas en los casos de violencia sexual y de género oscilaba entre los 4 años y los 82 años.”
No dejamos de sorprendernos ante la crónica diaria de nuestro mundo… Pensábamos que este tipo de actos eran solo barbaries propias del pasado, de las que nunca más volveríamos a escuchar y menos aún, en nuestras propias fronteras, dentro de Europa. Creíamos que la vida y la dignidad humana eran valores asumidos y respetados, al menos, en nuestra sociedad occidental; pero este pensamiento se aleja de la realidad. Con mucha tristeza estamos presenciando, una vez más, lo que hay en el interior del ser humano, nuestra podredumbre.
¿Es que acaso la educación y la formación no tienen el poder de erradicar este tipo de comportamientos? ¿Es que se puede entrar por la fuerza en un país vecino y anexionarlo al nuestro? ¿Es que es necesario violar a niños y ancianos para hacerse con el control de un territorio? ¿O es que simplemente estamos ante un acto de maldad?
“El hombre es un lobo para el hombre” afirmaba Hobbes, filósofo inglés del siglo XVII, convencido de que el ser humano es malo por naturaleza.
Mucho tiempo antes Jesús afirmó: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.”
Son duras estas palabras, especialmente porque generalizan y nos muestran la condición del ser humano, sin excepción. Ahí estamos incluidos todos, aunque no seamos capaces de verlo, ni aceptarlo. Distintas épocas históricas, distintas civilizaciones, distintas culturas… mismos actos reprobables.
Normalmente somos muy benevolentes con nosotros mismos y poco realistas. Suelen ser los demás los que generan los conflictos, los que tienen ambición, los que roban, los que cometen actos tan viles como los descritos en la cabecera de este artículo… pero la falta de realismo solo nos lleva a repetir errores.
Analizar nuestra conducta, nuestras actitudes y pensamientos, puede ser la clave. El gran rey y sabio Salomón, nos advirtió: “Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque este determina el rumbo de tu vida.” Proverbios 4:23
Estar alerta ante las cosas que almacenamos en nuestro corazón, puede ser una buena manera de cuidarlo. Intentar apartar la amargura, el resentimiento, el orgullo o la avaricia es un buen comienzo; pero el cambio definitivo solo puede realizarlo Cristo. Él es el único que puede transformar nuestro corazón y nuestra vida.
“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.” Ezequiel 36:26-27.
“Cristo sufrió por nuestros pecados una sola vez y para siempre. Él nunca pecó, en cambio, murió por los pecadores para llevarlos a salvo con Dios.” 1ª Pedro 3:18
A pesar del ofrecimiento, nos aferramos a nuestro corazón de piedra y desechamos esa nueva vida que Dios nos brinda, manifestando frutos malos. Pero podemos revertir esta decisión aceptando la oferta de Jesús “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y apartarnos de toda maldad.” 1ª Juan 1:9
¡Esta es la única forma de cambiar nuestro mundo!
Marta López Peralta