De todas las cosas buscadas por los que conformamos el género humano, sin duda alguna, la felicidad podría ser el el denominador común de todas ellas. ¿Quién no quiere ser feliz? Todos ansiamos poder vivir vidas plenas colmadas de satisfacción. Realmente la búsqueda de la felicidad es el motor de las vidas de todas las personas, y da igual del estrato social o cultural del que procedamos, o la edad. Si por las mañanas no nos levantamos en busca de ella no tenemos fuerzas para continuar. Pero, ¿dónde se encuentra la felicidad? ¿cómo podemos obtenerla? Cada cual parece tener su propia fórmula. Muchos piensan que con la abundancia de dinero y bienes materiales serían felices. Otros dan menos importancia a lo material y más al cultivo del espíritu. Sin embargo hay una insatisfacción natural en cada uno de nosotros que difícilmente podemos saciar. Nunca hay suficiente de nada que nos pueda colmar. El poeta y rey Salomón experimentó esto mismo hace ya unos 3.000 años, y después de haber probado de los distintos placeres de su tiempo concluyó diciendo: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés 1:2).
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