De nuevo estamos en navidad. Las luces ya brillan en las calles. Los villancicos suenan por los altavoces. Los escaparates de las tiendas están adornados de forma singular. El turrón y el champán llenan las estanterías de los supermercados… Sin duda, estamos ante una nueva navidad.
Cada año se repite la misma historia. Cada año, ocurra lo que ocurra, diciembre siempre está marcado por el espíritu navideño. Todos nos volvemos más amables. Las personas se desean unas a otras felicidad y todo tipo de dicha y suerte. En muchas ocasiones parecen aflorar durante estas fechas los aletargados, pero a la vez mejores sentimientos, acompañados siempre de nuevos y buenos propósitos.
Familias que no se ven hacen el esfuerzo por reunirse. Amigos separados por la distancia se felicitan por cualquier medio de comunicación. Asimismo personas olvidadas a lo largo de muchos días son recordadas, visitadas y, hasta en el mejor de los casos, obsequiadas con motivo de la navidad.
¿Qué ocurre en estos días? ¿Por qué todos nos volvemos más atentos y cariñosos? ¿Cuál es la causa de que la generosidad y la esplendidez nos acompañen en estas fechas? No sé si el lector alguna vez ha reparado en esto o simplemente se ha dejado llevar por la inercia y el ritmo que marca la sociedad. No sé si quien lee ha tomado unos momentos para pensar en ello e incluso si se ha preguntado ¿qué es la navidad? ¿qué celebramos realmente en navidad?… Si no lo has hecho, si las luces, la música, los escaparetes, la comida y los regalos te han deslumbrado, te invito a que apartes tu mirada de todo esto por unos instantes y sigas leyendo.
