
Es una verdad incuestionable el hecho de que este mundo es temporal y nuestras vidas también. Este mundo y nuestras vidas como lo conocemos tienen fecha de caducidad y tanto ciencia como fe se ponen de acuerdo de que la realidad como la conocemos pasará y tiene un fin.
Pero la perspectiva de ese fin cambia radicalmente desde el punto de vista de la ciencia que considera el final puramente por causas naturales y la fe cristiana que lo considera el comienzo, un final con juicio del Creador de este mundo que dará comienzo a uno nuevo y perfecto.
La intención de Dios para este planeta en el que vivimos es de entrenamiento, de piso piloto, para la verdadera vida gloriosa en el cielo. Pero es indudable también que la idea que tengamos de la eternidad cambiara nuestro deseo de estar o no estar en ese lugar.
¿Cómo será el cielo?
Si preguntamos a un niño este nos dirá que es un lugar lleno de diversión y aventuras continuas, pero cuando dejamos de serlo esta idea nos puede parecer demasiado ajetreada, y lo podríamos ver como un lugar de tranquilidad donde descansaremos en sofás y los ángeles nos servirán continuamente. Las pinturas, el arte, nos presentan el cielo como un lugar lleno de nubes y almas sin cuerpo, con caras inexpresivas flotando en la nada…
Pero la verdad del cielo es muy diferente, nuestra visión de este nos hará desear más estar allí y cambiará la forma de vivir esta vida terrenal.
La Biblia nos da muchos detalles de cómo será el cielo, pero uno de ellos es que será un Reino:
“Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2ª Pedro 1:11)
Una gran administración de la que tomarán parte aquellos que hayan creído en Jesús como su salvador. Un lugar de actividad y vida sin final.
Como afirmó Daniel en su visión del futuro:
“Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre… y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán.” (Daniel 7:18 y 27)
Es increíble como ese trabajo no recaerá en los perfectos ángeles, sino en el ser humano que tanto le ha fallado. Dios no solo te ofrece la salvación, sino la participación activa en el reino celestial. Un reino en el que no habrá dolor, despedidas, muerte, tristeza… un reino con el Creador y Dios de amor sin final.
Todos tenemos un final, pero es nuestra decisión que este sea el comienzo de la verdadera vida con Él.
¿Cómo puedo llegar al cielo?
Juan 14:6 nos dice: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”
Nada de lo que podamos hacer aquí puede darnos acceso a ese Reino Glorioso, sino Jesús. Él es el único que puede perdonar nuestros pecados y hacernos administradores de su reino y participes de su glorioso mundo.
Miriam Ruiz García