
En estos últimos días, y debido a la vacunación masiva que se está llevando a cabo en nuestro país, son muchos los que pronostican que pronto volveremos a la “normalidad” que teníamos antes de que comenzara la pandemia. ¡Ya empezamos a ver la luz al final del túnel!
Cuando una persona utiliza la expresión ver la luz al final del túnel, significa que está atravesando momentos de adversidad, dificultad… Dicho de otro modo, es una confesión de que en el momento actual está viviendo un tiempo de profunda oscuridad y vulnerabilidad, donde la incertidumbre lo envuelve todo y hay un clamor porque la situación cambie lo antes posible. Desea ¡volver a ver la luz!
El problema de vivir en oscuridad ha existido siempre. Da igual que alguien en un momento determinado diga que ya ha salido del túnel. Lo cierto es que después, lo quiera o no, volverá a transitar por otro túnel y comenzará a vivir nuevamente esa terrible experiencia. Nadie quiere vivir en la oscuridad. ¿Es posible que llegue el día en que jamás tengamos que pasar por momentos donde todo esté oscuro? El apóstol Juan comenzó su Evangelio declarando que “en él (Jesucristo) estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Juan 1:4). Toda la luz que existe y que ilumina a todos los seres humanos proviene de la vida que está en Jesucristo. Es por eso que el mismo Señor Jesús, una vez iniciado su ministerio terrenal dijo: “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12).
Después de que Jesucristo realizara dicha afirmación, los líderes religiosos de su época se enojaron contra él. ¿Por qué? Pues, porque el término luz dentro del pensamiento judío se usaba para referirse a Dios. Por tanto, cuando Jesús se presenta a sí mismo como la luz del mundo, está afirmando que él es Dios, y que por tanto tiene todo el poder y autoridad para dar vida e iluminar a los hombres y mujeres. Nuevamente el apóstol Juan escribió lo siguiente: “Este es el mensaje que hemos oído de él y que os anunciamos: Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad. Si afirmamos que tenemos comunión con él, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no ponemos en práctica la verdad. Pero, si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:5-7).
Tristemente, las personas que escucharon aquella afirmación de Jesús decidieron rechazarle. Se negaron a conocer a Jesús, la luz del mundo, lo que les llevaría irremediablemente a morir en sus pecados (Juan 8:21,24). Los líderes religiosos tenían una mente entenebrecida, se habían vuelto ciegos espiritualmente; por eso prefirieron la oscuridad a la luz, y esto los llevó a la condenación eterna. La Biblia dice que “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos. Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz, y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto. En cambio, el que practica la verdad se acerca a la luz, para que se vea claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios” (Juan 3:17-21).
Las Escrituras nos enseñan que todos nacemos ciegos espiritualmente. Nuestra vida esta llena de suciedad, y no nos damos cuenta de ello hasta que dejamos que entre la luz. Es como cuando limpiamos un mueble con un paño y pensamos que todo está limpio. Sin embargo, en cuanto dejamos que un rayo de luz ilumine el mueble nos damos cuenta del polvo que sigue habiendo. Podemos pensar que somos personas buenas, que no tenemos pecado, que no necesitamos nada hasta que permitimos que la luz de Dios entre en nosotros. Es entonces cuando contemplamos con horror que nuestros corazones están llenos de suciedad, egoísmo, orgullo… En definitiva, de pecado.
Querido amig@, sí, es posible que ya estemos más cerca del final del túnel y que comencemos a ver la luz, es decir, que pronto volvamos a nuestra antigua normalidad. Pero aunque podamos dejar atrás la crisis provocada por el coronavirus, si continuamos rechazando a Jesucristo, la luz del mundo, continuaremos en la más densa de las oscuridades. Seguiremos en el túnel. Es por eso que te pregunto, ¿eres tú como aquellos líderes religiosos que se negaron a conocer a Jesús? (Juan 8:19).
Jesucristo dijo: “Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo” (Juan 9:5). Con estas palabras el Señor no estaba diciendo que su vida y su trabajo en el mundo estaban limitados, sino más bien que nuestra oportunidad para conocerle y recibirle sí es limitada. A toda persona le llega la oportunidad de recibir a Cristo en su vida, y si no la aprovecha, puede que ya no vuelva a tener otra y entonces tendrá que experimentar la condenación eterna.
Por tanto, deja que hoy Cristo entre en tu corazón y que él sea la luz que ilumine tu vida. Es cierto que en esta vida tendremos que pasar por muchos túneles oscuros y tenebrosos. Pero a quien ha depositado su fe en Cristo Jesús, la LUZ le acompañará por siempre. Sin importar cuales sean las circunstancias (los túneles) que estés atravesando, estarás andando siempre en la luz. No pierdas la oportunidad que Cristo te ofrece hoy, el cual te dice: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).
Benjamín Santana Hernández