
En la década de los ochenta, un grupo de música gallego llamado Golpes Bajos, lanzaba un disco que contenía una de las canciones más conocidas por esta banda: Malos tiempos para la lírica. Esta frase fue acuñada años atrás por el poeta alemán Bertolt Brecht en uno de sus poemas y fue escrita dentro de un contexto de alzamiento nazi en la que sería la Alemania de Hitler. Tanto el poema como la canción de Golpes Bajos dirigen su mirada crítica a ese efecto placebo, que nos produce el placer de negar la realidad en un deseo irrefrenable por tragar la pastilla de la ignorancia y la superficialidad.
Malos tiempos para la lírica son los que estamos viviendo en estos últimos días en medio de una crisis militar, que nos puede llevar al fin de un mundo que no quiere ver la verdad que hay detrás de todo este conflicto. Mientras tanto, el morbo que produce la destrucción eleva la grandeza del ser humano al dar grandes cantidades de dinero o acogiendo a los refugiados que huyen del horror, en un intento por tapar las vergüenzas de una humanidad víctima de su propio conflicto interno.
En relación con este asunto, el apóstol Santiago escribió en su epístola algo muy interesante: ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Stg. 4: 1.
Es muy interesante lo que dice aquí Santiago, porque nos lleva a la realidad de lo que el ser humano lleva dentro de sí, esto es, nuestras pasiones. Cuando el apóstol habla de “pasiones” se está refiriendo al sentido más negativo de la palabra, se refiere al hedonista, egoísta y ególatra que todos llevamos dentro, tengamos o no un arma de fuego en nuestras manos. Por tanto, lo que nos plantea aquí Santiago no es una resolución de conflictos, sino la demostración de que el ser humano es incapaz de poner fin a la guerra mientras la simiente de los conflictos siga germinando dentro de nuestro corazón.
Recuerdo una de las palabras que dijo Jesús en la cruz y encontramos en Lucas 23: 34: “… Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Estas palabras nos llevan a considerar que el fin de los conflictos nunca va a llegar en esta tierra porque el ser humano -no sabe lo que hace-. Es como si la cordura fuera dominada por la ignorancia más absoluta y detrás de cada guerra hubiera alguien dispuesto a ser más tirano que el anterior.
Qué podemos esperar de esta humanidad que mató al mismo Hijo de Dios, cuando precisamente venía para salvarnos de nuestra propia destrucción. ¿Acaso creemos que el fin de una guerra no traerá otra guerra o que la avaricia por el poder será saciada con más poder? ¿Quizás somos tan ignorantes como para creer que solo con un poco de buena voluntad se resolverán todos los conflictos?
Jesús murió en la cruz no para que dejemos de pelearnos entre nosotros, sino para que no seamos destruidos por nuestra propia ignorancia ante la verdad. Jesús dijo: “…Yo soy la verdad… y la verdad os hará libres” (Jn. 8: 32; 14: 6). Es decir; el ser humano es esclavo de su propio pecado e ignorante ante la libertad que nos ofrece Jesús en la cruz. Mientras que tu corazón esté a las órdenes de este tirano llamado pecado no podrás tener libertad para salir y ver la verdad, y la verdad es Jesús muriendo por nosotros ante la mayor muestra de perdón que nadie podrá ver jamás.
Ojalá todas las guerras terminaran y todos pudiéramos vivir en paz, pero tristemente, las pasiones del ser humano son a la vez que el alimento, la munición del pecado que todos tenemos dentro de nuestro corazón. Y mientras que el pecado reine en la vida del hombre habrá conflictos y guerras que demuestren la corrupción espiritual que lleva dentro de sí.
Por tanto, la solución y el fin de todo conflicto es Cristo, la verdad que nos lleva a ver la realidad de nuestro estado corrupto y la libertad que nos ofrece al perdonar nuestros pecados en la cruz. Jesús no solo extirpó la culpa de nuestro pecado que nos declaraba culpables ante el juicio divino, sino que declaró la paz entre Dios y nosotros. De manera que, habiendo sido enemigos de Dios, ahora, si le aceptamos en nuestro corazón somos reconciliados por medio de la obra de su Hijo en la cruz del calvario (2Co. 5: 18-19).
Malos tiempos para la lírica cantaba German Copinni en su excelente grupo Golpes Bajos. Hoy podríamos seguir diciendo lo mismo en medio de tanta avaricia de poder y tanta manta que tapa la verdadera raíz de todo este mal. ¿Terminarán algún día las guerras? ¿Terminarán algún día los conflictos? Sí, terminarán solo cuando el hombre vuelva a Dios y sea él quien juzgue nuestros actos ante la verdad, que es Jesucristo.
José Valero Donado