
El libro de Eclesiastés destaca por su realismo y su profundo sentido de la temporalidad de la vida humana. A medida que llegamos al capítulo 12, el autor, identificado como el sabio y anciano rey Salomón, nos presenta una reflexión conmovedora sobre la importancia de recordar a nuestro Creador en cada etapa de nuestras vidas. Reflexionemos juntos sobre este tema tan importante en el día de hoy:
El valor de la juventud y la urgencia de buscar a Dios:
Eclesiastés 12:1-2
«Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento; antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes tras la lluvia;»
El autor comienza el capítulo 12 recordando a los lectores la importancia de buscar a Dios desde una edad temprana, mientras aún somos jóvenes y llenos de vitalidad. Esta exhortación nos insta a no posponer nuestra relación con Dios, sino a aprovechar el tiempo presente para buscarlo sinceramente. Nos recuerda que, aunque el vigor de la juventud eventualmente se desvanecerá, la relación con nuestro Creador es eterna y nos brinda un propósito más allá de las circunstancias de la vida.
Por tanto, si tú que lees este texto, eres joven, acércate ahora a Cristo y entrégale los mejores años de tu vida, es sin duda la mejor inversión, puesto que las consecuencias no acaban en este mundo, sino que son eternas. Amigo/a lector, acércate a la Biblia y deléitate en textos como Romanos 10: 9-10:
«Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.»
No esperes más y recibe el regalo de la vida eterna que solamente Jesús te ofrece.
La fragilidad de la vejez y la necesidad de recordar a Dios:
Eclesiastés 12:3-8
«[…]cuando temblarán los guardas de la casa, y se encorvarán los hombres fuertes, y cesarán las muelas porque han disminuido, y se oscurecerán los que miran por las ventanas; y las puertas de afuera se cerrarán, por lo bajo del ruido de la muela; cuando se levantará a la voz del ave, y todas las hijas del canto serán abatidas; cuando también temerán de lo que es alto, y habrá terrores en el camino; y florecerá el almendro, y la langosta será una carga, y se perderá el apetito; porque el hombre va a su morada eterna, y los endechadores andarán alrededor por las calles; antes que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo; y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio. Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad.»
A medida que avanza el capítulo, el autor describe vívidamente el deterioro físico y mental que acompaña a la vejez. Utiliza imágenes poéticas para describir cómo los sentidos se debilitan y las limitaciones se hacen más evidentes. En medio de esta descripción, resalta la importancia de recordar a Dios en los días de la juventud, antes de que lleguen los tiempos difíciles. Nos recuerda que incluso en nuestras debilidades y fragilidades, nuestra conexión con Dios sigue siendo vital y puede ser una fuente de consuelo y fortaleza.
El llamado a temer a Dios y guardar sus mandamientos:
«El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.»
En el clímax del pasaje, el autor concluye que el propósito último de la vida humana es temer a Dios y guardar sus mandamientos. Esta exhortación nos desafía a vivir en obediencia a los caminos de Dios, reconociendo su soberanía y honrándolo en todo lo que hacemos. Nos recuerda que, en última instancia, nuestras vidas encuentran significado y plenitud en una relación correcta con nuestro Creador, en la obediencia a su Palabra y en el temor reverente hacia Él.
Conclusión:
El pasaje de Eclesiastés 12 nos invita a reflexionar sobre la brevedad y la fragilidad de la vida humana, y a encontrar un propósito más allá de lo temporal al recordar a nuestro Creador en cada etapa de nuestro caminar.
A través de esta reflexión, somos desafiados a buscar a Dios desde nuestra juventud, recordarlo en la vejez y vivir en temor reverente a lo largo de nuestra existencia. Que el mensaje de Eclesiastés 12 nos anime a buscar una relación profunda con nuestro Creador y a vivir en obediencia a su palabra.
Miriam Ruiz García