Probablemente habrás escuchado en más de una ocasión la necesidad de creer en Jesucristo para ser salvo e incluso hayas sido invitado a hacerlo. Ante este ofrecimiento caben hacerse varias preguntas: ¿Qué he de creer acerca de Jesucristo? ¿De qué necesito ser salvo? ¿Por qué debería creer lo que Jesús enseñó?
El evangelio de Juan, una de las cuatro biografías de Jesús recogidas en el Nuevo Testamento, pone especial énfasis en la importancia de creer en él. Intentemos dar respuesta a las preguntas planteadas basándonos en este escrito.
¿Qué debemos creer acerca de Jesús?
El apóstol Juan nos lo resume en Juan 14:11, “que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios”.
- Jesús es el Cristo. Esto quiere decir que es el líder libertador profetizado en el Antiguo Testamento. El pueblo judío le esperaba especialmente en aquella época, con la expectativa de ser liberado del poder romano.
- Jesús es Dios. Jesús no es un simple hombre, sino la encarnación de Dios mismo. Esto es ciertamente un misterio que desconcertó profundamente a sus contemporáneos. Sus declaraciones acerca de sí mismo como Hijo de Dios fueron entendidas por los judíos como que se hacía igual a Dios, y esa fue una de las causas por la cual los líderes religiosos querían matarle: “Así que los judíos redoblaban sus esfuerzos para matarlo, pues no solo quebrantaba el sábado, sino que incluso decía que Dios era su propio Padre, con lo que él mismo se hacía igual a Dios” (Juan 5:18).
La irrupción de Jesús en la sociedad de su tiempo originó una gran controversia en cuanto a su identidad: ¿Era realmente el Cristo o un simple impostor? La figura de Jesús no encuadraba en la idea que se habían formado acerca de este personaje.
El problema de fondo es que habían llegado a conclusiones erróneas al no tener en cuenta todos los pasajes del Antiguo Testamento que señalaban al Cristo. Jesús no tenía la misión de ser el libertador político de Israel, sino el redentor universal de toda la humanidad.
¿Por qué es necesario un redentor?
Jesús nos expone nuestro gran problema: – “Ciertamente os aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado, respondió Jesús—“ (Juan 8:34), y nos aporta la solución – “Así que, si el Hijo os libera, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36). Pecamos cuando nos apartamos de los preceptos morales de Dios, básicamente recogidos en los conocidos como Diez mandamientos (Éxodo 20). Todos somos culpables de incumplirlos en muchas ocasiones, por lo que todos nos encontramos en la categoría de esclavos del pecado de la que solo Jesús puede liberarnos.
¿Por qué debemos creer a Jesús?
¿Por qué motivo habrían de creer lo que afirmaba acerca de sí mismo y el advenimiento del reino de Dios?
Las señales que hacía avalaban su identidad: En medio de un fuerte debate en cuanto a su identidad, el apóstol Juan hace el siguiente comentario: “con todo, muchos de entre la multitud creyeron en él y decían: «Cuando venga el Cristo, ¿acaso va a hacer más señales que este hombre?» (Juan 7:30).
Jesús mismo utilizó este argumento, en numerosas ocasiones, en las controversias que mantuvo con los judíos: “Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí” (Juan 10:25); “Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. (Juan 14:11).
Jesús retó a sus contemporáneos a creer en su identidad y, consecuentemente, en su enseñanza en base a las señales que realizaba de manera continua. No les solicitaba fe ciega, sino la que estaba avalada por todo lo que estaban presenciando. No obstante las pruebas mostradas, la mayoría le rechazó. Unos lo hicieron por incredulidad, como podemos leer en Juan 12:37: “Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él”. Otros porque no estuvieron dispuestos a pagar el precio por identificarse con él: “muchos, incluso de los gobernantes, creyeron en él, pero no lo confesaban por temor a los fariseos, para no ser expulsados de la sinagoga” (Juan 12:42).
¿Qué harás tú?
Querido lector, el evangelio de Juan fue escrito “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.” (Juan 20:31). Creer en Jesús, en base a las evidencias que disponemos, es algo que deberías cuestionarte, al igual que sus contemporáneos.
La fe en Jesús se fundamenta en hechos históricos. El primer registro acerca de su muerte y resurrección lo encontramos en una carta de San Pablo a la iglesia en Corinto, transcurridos aproximadamente veinte años de este acontecimiento: “Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1ª Corintios 15:3-4).
Corre de tu parte que indagues sobre la figura del Jesús histórico y especialmente sobre la señal más relevante que realizó y que pone el aval definitivo a su persona, su resurrección al tercer día. Investiga y profundiza en las evidencias que encuentres. Puede que te sorprendas del resultado obtenido, pero entonces, ¿qué harás con Jesús? ¿Le rechazarás como sus contemporáneos? Déjame decirte que ésta sería una trágica elección, pues “el que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios” (Juan 3:36). Jesús recibió, por parte del Padre, el castigo que nuestros pecados merecían; pero su sacrificio no nos es aplicable si le rechazamos.
En palabras de Jesús en Mateo 11:12 “el reino de los cielos ha venido avanzando contra viento y marea, y los que se esfuerzan logran aferrarse a él”, ¿serás tú uno de ellos?
Miguel Ángel Simarro Ruiz
