Fundamentos

En una época tan lejana a la nuestra como la de hace tres mil años en la nación de Israel, David, el que llegara a ser su gran rey, se realizó la siguiente pregunta: “Si los fundamentos son destruidos; ¿qué puede hacer el justo?” (Salmos 11:3). David, en el momento de escribir estas palabras se encontraba bajo la amenaza del rey Saúl y estaba sufriendo injustamente.

A pesar de la distancia que nos separa, hay cosas que parecen no haber variado demasiado con respecto a los tiempos actuales. El abuso de poder y la tiranía por parte de aquellos que ocupan las más altas responsabilidades de gobierno, son un peligro latente en todas las épocas. Cuando así ocurre, el justo se encuentra en desventaja frente a ellos. Por un lado, no controla los resortes del poder para hacer prevalecer la justicia y, por otro, no puede defenderse utilizando el mismo tipo de artimañas que ellos, pues perdería su propia esencia, dejaría de ser justo.

Los “fundamentos” hacen referencia a los valores que sostienen a una sociedad, un país o nación. Si éstos se pierden, la sociedad entera se derrumba; y esto era lo que estaba pasando en la época mencionada.

Tristemente en la actualidad parece repetirse este patrón. ¿Hacia dónde avanzamos en nuestras sociedades occidentales? Valores como la justicia, la equidad, la tolerancia o la generosidad son cada vez mas cuestionados.  Se habla mucho de ellos, pero con una actitud hipócrita. Aun teniendo leyes justas, éstas se convierten en papel mojado si los dirigentes y gobernantes no las cumplen o se someten a ellas sólo en apariencia.

Además, el perjuicio no queda solo ahí; el mal ejemplo se traslada rápido al resto de la sociedad, con el consiguiente riesgo de su ruina moral y otras consecuencias aparejadas.

Qué puede hacer el justo ante esto era la pregunta de David y su respuesta fue esperar en Dios: “El Señor está en su templo, el trono del Señor está en los cielos” (Salmos 11:4). Para Dios estas circunstancias no pasan inadvertidas “pues el Señor es Justo. El ama la justicia. Los rectos contemplarán su rostro” (Salmos 11:7). Nadie escapará al justo juicio de Dios, todos responderemos de nuestros actos. Puede que por un tiempo dé la impresión de que los injustos escapan sin sufrir las consecuencias, pero llegará el momento en que comparecerán ante el tribunal de Cristo, para dar cuenta de sus actos.

Por otro lado, hay algo más que puede hacer el justo: permanecer íntegro, no dejarse arrastrar por la corriente. Jesús atribuyó a sus discípulos la capacidad de ser luz del mundo y sal de la tierra (Mateo 5:13-16), o lo que es lo mismo, la capacidad de iluminar y preservar. La luz no debe esconderse ni la sal perder su sabor. El cristiano no debe quedar callado e indiferente frente a la injusticia, sea que le afecte directamente o no.

Si la sociedad pierde sus fundamentos, pierde su rumbo. Pero también existe la posibilidad de perder el rumbo de nuestra vida, de manera individual, lo que nos llevaría a caminar en continua confusión y nos expondría al juicio de Dios.

De manera individual y colectiva necesitamos volvernos a Dios y buscarle a través de su Palabra. Sólo así sabremos cómo dirigirnos, como dice el Salmo 119:105 “tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero.”

Ninguno de nosotros debemos considerarnos justos delante de Dios, aunque nos consideremos buenos, porque todos hemos incumplido sus normas en mayor o menor grado. Sin embargo, Dios está dispuesto a perdonarnos y a hacer de nosotros nuevas personas que vivan caminando en su luz, con sentido y propósito, personas que iluminan y preservan. Sólo de esta manera nuestra sociedad podrá dar lugar a un mundo mejor fundamentado en valores consistentes.

¿Qué camino estás siguiendo? ¿Has perdido los fundamentos? ¿Aspiras a un mundo mejor? En Cristo puedes encontrar el camino que conduce a la vida plena, los fundamentos y la fuerza para luchar por un mundo mejor.

Miguel Ángel Simarro Ruiz

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